DESCRIPCIÓN
Alquiler: u$s2.500
Casa de Bernardino Rivadavia. Patrimonio urbano
La propiedad cuenta con el nivel de protección "cautelar" que le asignó el Gobierno de la Ciudad por el valor simbólico de su antigüedad. Esto prohíbe efectuar modificaciones sustanciales en la estructura.
Cuenta con tres grandes salones (de 7.30 x 4.40 c/u). Uno en PB y dos en la primer planta y una oficina (de 5 x 5) en PB. A su vez, posee un patio interior (de 10 x 4) que ocupa poco menos del ancho del terreno. Los baños (2), pisos, cerramientos han sido reciclados manteniendo las piezas originales en todo lo que fuera posible.
Todas las medidas mencionadas son aproximadas.
Historia
Un libro editado en 2003 por la Secretaría de Cultura porteña, "San Telmo y Monserrat", incluye una estupenda fotografía de la vivienda, al pie de la cual se lee: "Casa de Bernardino Rivadavia".
El arquitecto Daniel Fernández y sus asesores, expertos en el acervo urbano, Alejandro Ruiz Luque y el doctor Felipe Monk, bajo la conducción del primero, llevaron a cabo tareas de consolidación, recuperación y puesta en valor del edificio de Defensa 360.
Señalan que Rivadavia nació a una cuadra de allí, en Defensa 463, en una residencia que perteneció a Benito González de Rivadavia, padre del primer presidente argentino, luego éste alquiló la propiedad de Defensa 360, que habitó hasta 1826, cuando, ya casado con Juana del Pino, volvió a ocupar el hogar paterno, que había heredado y en el que nacieron sus cuatro hijos.
No faltan prestigiosos entendidos que así lo han sostenido, como Ricardo de Lafuente Machain, Juan Antonio Buschiazzo y Arnaldo Cunietti-Ferrando.
Fernández cuenta sobre la propiedad. "Desde sus tejados, en 1806, se arrojaba agua hirviendo a los ingleses que se habían hecho fuertes en una torre de la iglesia de Santo Domingo", comenta. Episodio por el cual la arteria se rebautizó Defensa, tras haber sido Calle Mayor, De la Higuera y luego Reconquista.
La casa se construyó a fines del siglo XVIII, lo cual la convierte en una de las más antiguas. Francisco Tellechea fue el primer propietario y quien se la alquiló a Rivadavia. Luego perteneció a Mercedes Castellano y, después, a varios miembros de la familia Anchorena.
Durante un recorrido, impresiona la muy meticulosa labor de reconstrucción que se lleva a cabo, desde el seguimiento histórico previo a la remoción de elementos hasta la reproducción, lo más fiel posible, de la técnica con la que hace más de 200 años se confeccionó una moldura.
Una estrella y un misterio
Hay dos personajes clave en escena. Uno es Ruiz Luque, un investigador apasionado del Buenos Aires remoto y poseedor de la mayor colección de azulejos del país, rescatados de depósitos o sótanos-, que abrevó en un cúmulo de archivos, correspondencia y testimonios fotográficos referidos a la casona. El otro es el paraguayo Gustavo Vera, uno de los cuatro albañiles que trabajaron en el lugar. Ambos han detallado sus "hallazgos": grandes clavos de hierro forjado, manijas, ladrillos fabricados con bosta (por los jesuitas), apliques, aldabas. Una de éstas ostenta una gran estrella de David. Es sólo otro de los tantos misterios del edificio.